martes, 7 de septiembre de 2010

Fly Platypus. Boss and over

The ball. Boss and over

jueves, 2 de septiembre de 2010

BELLEZA. I PARTE y UNICA PARA MI.NO PARA OTROS

Aquel día fue como los de siempre, aburrido y gris, hasta que decidí cambiarlo y entre en un bar a beber cerveza. Deje pasar el tiempo, mientras lentamente emborrachaba mi cuerpo y llego el personaje que sin duda el destino, había hecho aparecer para mi sublime disfrute.
El personaje en cuestión esperaba fuera del bar, mientras un amigo mas mayor entro a comprar tabaco. Mi coche aparcaba un sitio ya multado, pero me sudaba la polla, porque no tengo ni c.corriente, ni casa y que busquen para robarme, estos jodidos políticos, ja.
Me arrime y abrí la puerta trasera con disimulo, saque un cigarrillo, para que ella me pidiera y lo hizo y entonces la empujeyadentro y coloque cinta americana en su preciosa boca y en sus manos y en sus piernas y no mas de cinco minutos todo y listo. Ni DIOS vio nada.
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Carretera y a ese pueblo donde los vecinos no existen y las casas siguen hechas a medida para vivir un tío solo.
Se movía mucho, si, pero solo eso y quería gritar, pero la música a tope y no te canses niña, nadie te ve ni te siente, gritaba yo muy tranquilo.
El coche guardado para que no se vea y allí ella, DORMIDA, y me estremezco al mirarla y la despierto, cuando la cojo como un saco y a la casa.
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Allí sobre la cama ella llora, mirándome no con rabia como antes;con pena. Como si mi pidiera perdón. Vale, es el primer paso.
La quito la cinta de los pies, la de las manos y mi cabeza me dice que según hable, cuando le quite la de la boca, la dejare vivir para convertirla en mi esclava o bien tendré que meterla en una urna de hormigon a medida, para colocarla en el salón y mirarla a diario.

LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.