jueves, 12 de agosto de 2010

EL DOCE DE ARCONIANOS. Y AQUELLA NOCHE.no tengo acentos, si, pero en bandada.

Pare en un bar, justo al salir del estudio de televisión, y recorde que la puta voz que me dijo que no me harían caso, llevaba razón. Quise entrar, pero los de seguridad de la entrada me miraron con sorna y dijeron que no y las mil razones que les dije. NO. A todas. A TODAS.
Me volví y ahora si paro en el bar y una cerveza y hay un tipo algo bebido ahí en la barra apalancao cuando veo SERVICIOS y he de ir, pero ese tipo...un momento voy a mear
Vuelvo y me da un botellín y le miro de arribaabajo y me llora y me dice:
Acabo de matar a dos mujeres- y si le veo sangre en los zapatos y entre las uñas, y no en la camisa arrugada- pero no ha sido mi culpa, fue de ellas, pero no grites le digo, todos te van a oír y estoy yo como para que te oigan, que me persiguen a mi, no a ti, que es supuesto y ahí me descojono porque es la puta verdad y no se quien cojones es el tipo asesinomatador.
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Sus ojos vidriosos me miran y dice el hijolagranputa:
Paseaba por la urbanización tras despedirme de la zorra de la parienta y de la suegra y del cuñado y llevarme MI COCHE y escuche a dos mujeres hablar y reír y grite de que os reís y me subí a la valla después, pero no me hicieron caso y mira es lo que mas me jode, que no me hagan caso y fíjate, la niña bonita con ese par de tetas que ahora mismo me voy a comer y la otra tía se me echa encima y la espero y le estallo el puño en la puta cara y cae y la de las tetas solo se queda mirando y no hace nada y llego y el cuchillo que había en la mesa, sobre el melón, lo cojo y se la rebano, así, de un tajo limpio y venga sangre y sangre a manar de la teta.
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Perdona machote, le digo, pero harías bien en escribirlo porque es una historia cojonuda, pero yo me tengo que ir, porque tengo que ver si mi mujer sigue con diez y nueve años y no es pa dejarla ahí sola con ese cuerpo que yo si me voy a comer o por lo menos chuperretear hasta que me diga basta, por DIOS, PACO que así es como me llamo.
Y el hijoputa pide dos botellines mas agarrándome de un brazo y esa fuerza que tiene el cabronazo este, ojo con el, me digo a mi mismo y me da un abrazo que me espachurra espalda y churro y mangaentera y pienso:
¡CUANDO SE VAYA A MEAR!
Y venga a esperar.
Y aquí estoy escribiendo esta historia y he dejado el coche fuera pa que no me diga na la puta voz que sale del agujero junto al arcón

LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.