Ahí tumbado, abre los ojos y mira la lámpara y el reloj despertador y se sienta y ve su pie y sus dedos y luego sus piernas, sin creer que sean de él.
Son extraños pies y piernas y no se siente que sean suyos ni que formen parte de sí mismo.
Esa sensación de que su mente no forma parte de su cuerpo y viceversa pasa con suma lentitud.
Como si el tiempo no existiera.
Como si lo que le rodea;la cama, las mesitas de noche, los libros y las cosas sobre ellas, los otros muebles que ve en la habitación, no estuvieran ahí.
Y es verdad que el tiempo se queda detenido al volver a mirar sus piernas, sus pies ausentes de razón alguna para moverse.
Y parece que pasen millones de años con suma lentitud por su razón o ese instante que percibe.
Su reloj despertador sigue marcando la misma hora que cuando abrió los ojos y miró la lámpara y se sienta y mira sus pies y luego sus piernas sin creer que sean de él...
Ni siquiera se levanta de la cama cuando su mujer le saluda con un beso y le dice pero ¿sabes qué hora es?
Y todo cambia cuando el reloj marca otra hora distinta que la que vio hace un segundo.
¡Pero bueno, he perdido toda la mañana! le dice a Susana y le explica todo lo vivido.
Y luego dice
¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?
miércoles, 19 de octubre de 2011
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LA PIEDRA
Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua.
La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije.
Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí.
La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa.
Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra.
En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes.
Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados.
Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó.
Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio.
Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.
6 comentarios:
Totalmente el mismo pensamiento.
Muchas gracias.
Como siempre, me ha encantado.
Pochoncicos.
GRACIAS A TI PORQUE FUISTE LA QUE LO DIJO. ABARAZOSBESAOS
Quizás sea por eso que no entendí porque es un diálogo entre ustedes dos.
NO, AMIGA MALQUERIDA. ELLA ME DIJO SIENTO EL TIEMPO COMO SI SE HUBIERA DETENIDO Y AL OCURRIRME A MI UN DÍA LO ESCRIBÍ. ABARAZOS AMIGA MALQUERIDA
en la escuela no me enseñaron a pronunciar los signos de interrogación por sí solos.
a mi me pasa seguido cuando me despierto antes de lo debido... solo que acá no hay mujer que lo despierte a uno.
un abrazo, hermano Hatoros!
ESE ES UN PROBLEMA, DIGO QUE A MI TAMPOCO ME ENSEÑARON, POR ESO SE ME QUEDA LA CARA DE GILIPOLLAS. NO TE PREOCUPES PRONTO TENDRÁS UNA MUJER CON LA QUE COMPARTIR TU VIDA. ABARAZOS PARA TI TAMBIEN YAYOMAN AMIGO
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