Iba corriendo con una mujer, de la que no recuerda su cara ni su cuerpo, por unas piedras. Los perseguían unos esqueletos sangrantes. Se cayó. Se agarró a un tronco viejo y ella le dijo dame la mano; si te caes, dejarás de ser inmortal. Mientras caía despertó.
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Bebió un café, se lió un cigarrillo y al baño, como siempre. Pensaba que no debería ir a coger unas piedras de musgo que estaban en la carretera porque arreglaban una rotonda. Luego se dijo que con ellas en el suelo no regaría tanto el jardín, porque es una pasta el recibo del agua y el poder político tiene la llave de ese agua que pagamos todos, pero dirigen ellos, como en todos los pueblos y ciudades.
Pero va a pasar algo, veras, dijo una voz a la que no hizo ni puto caso.
Cogió la carretilla y la cargó al coche.
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Pasó un coche de la guardia civil que se iba. Volvieron y lo de siempre, que si documentación, que no tenía, etc. Espere aquí a que vengan los de mantenimiento,le dijeron. A uno de ellos le dijo que son trozos que ya no van a colocar. Además si esos palets valen 4, los han vendido a 10 ¿ Por qué no denunciáis a esos que lo hacen ? ¿Por qué el tío del gobierno que robó a los huérfanos de compañeros vuestros y repartió el dinero con su partido está libre? Un guardia dijo que llevaba razón, pero que no podían hacer nada. Entonces pensó que esos, los del poder que lo hacían, tenían a muchos de esos guardias para su protección.
Se lió otro cigarrillo.
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Pasó un coche de policía municipal. Paró porque les llamaron los guardias y volvió a decirles que las piedras que había cogido, no las iban a colocar los currantes, porque eran los trozos desechados. Vino el de mantenimiento y les dijo que él, no era de esa zona. El de mantenimiento se fue.
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Les dijo el dni y dónde vivía, en fin igual que a los otros guardias. Llamaron por radio para ver si lo que contó estaba en regla. Volvió a poner las piedras en su sitio y uno de ellos, dijo que si pasaba de 400 euros era hurto y que se podría denunciar y que fuera el lunes a preguntar a los currantes si podía cogerlas.
Pues sí, llevas razón.¡Le dejaron que se fuera!
Hay que ser gilipollas por 4 piedras. Luego compró pan y pensó que el lunes iría a pedir las piedras.
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Mientras se marchaba, pensó que debería haber echo caso a la voz y al sueño y que sino hubiera sido domingo, otro gallo le hubiera cantado.
domingo, 11 de septiembre de 2011
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LA PIEDRA
Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua.
La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije.
Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí.
La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa.
Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra.
En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes.
Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados.
Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó.
Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio.
Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.
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