Se dijo
Julio tapado con la sábana y, dormitando sudaba, mientras recordaba aquel
dicho: el aire del Guadarrama mata a un hombre y no apaga un candil. Se rió,
porque una parte de su cerebro le comentó a Julio por lo menos hace treinta
grados más el calor que desprendes hijodeputa. Junto a él, Julia roncaba ajena
a lo que pensaba su marido. Dejémosla ahí; ajena, roncando, porque ahora se preguntaba
Julio qué soñará y luego a ver si hay algo de luz y la veo desnuda como está
para ver si se me enerva el cilindrín.
La persiana,
rota hacía tiempo, ahora dejaba pasar luz. Una luz rosada debido a la pesada
cortina. Ese “rosada” recordó a Julio algo de la Ilíada que no pudo…se iba a
levantar a buscar el libro, más como sabía que sería imposible encontrarlo, se
quedó mirando a la parienta. A ver si le hago una pajilla, pensó, y muy
despacito comenzó a rodear con los dedos el clítoris ahora sí su cilindrín en posición
firme. Julia se dio la vuelta y vaya ya no puedo seguir le dijo esa parte de su
cerebro a Julio, porque ahora, Julia entresueños pensó ¡qué coñazo siempre
pensando en lo mismo con lo dormida que estoy! Y volvió a dormirse.
Se levantó y
se fue al wáter cosa del pís y se dio cuenta de que había un hilillo de agua
saliendo del grifo. Intentó cerrarlo y se quedó con el manubrio en la mano,
aunque ya no salía agua, ni saldrá jamás porque lo has roto verás la parienta
que alegría cuando no haya agua caliente jodojodo en el lavabo. Se rió y bueno
esto lo arregla mi hijo cuando venga y vio a ese hijo junto al otro y a otros
del grupo montados en la furgoneta de conciertos y llevar cuidado con la
carretera.
Encendió la
cafetera y una vez hecho el café, a eso de las diez, se lo llevó a Julia con
una magdalena cilindrín enervado en cuanto la vio desperezarse. Antes de que se
dijera algo entre los dos, se ducharon, se besaron, intercambiaron fluidos
sexuales en sus bocas y se amaron de la manera más salvaje y disfrutadora que
habían hecho en mucho tiempo. Con hambre se levantaron a comer, más había que
hacer la comida y los dos estaban…pidieron un kebab donde siempre y lata de
cerveza en la mano, Julia pagó, ahora vestida.
Después de comer, siestecita y vamos a darle que mañana regresan los
chicos.
Me acuerdo
de esto cuando el cielo se encapota y no puedo ver a mi mujer en la cama porque
cuida de su padre y ahora es otoño más escribo en otro cuaderno todo lo que
hicimos y me pongo cachondo y me río. Luego llaman al timbre y vienen amigos de
mis hijos y cervezas y canutos y a ver de nuevo si hay algo de luz…
LA PIEDRA
Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua.
La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije.
Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí.
La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa.
Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra.
En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes.
Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados.
Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó.
Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio.
Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.
2 comentarios:
Son recuerdos impagables.
Tiempo de luz.
Qué no se vaya...
GRACIAS ASOMBRO Y ABARAZOS
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