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viernes, 9 de julio de 2010

PARA NÍYUME. POCO ANTES DE COMER. ARCONIANOS 11.

Leía mi persona un librito de cuentos de puta madre de autores varios, pero se quedó dormida.
El tiempo, (que siempre digo que no existe, porque no te enteras de lo que duermes, sino tienes reloj, de ahí que no contara cuanto dormí) de sueño se rompió, cuando Canijo y Púa ladraron, porque entró el vecino a su casa y vi su estela pasando, aunque no llegué a verle.
Entonces me di cuenta que me dolía el brazo derecho y lo achaqué a la postura, pero no, cojones que pica y duele detrás, ahí en el músculo.
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Llegó Susana y mientras comíamos la dije: me ha picado algún bicho y mira y dijo: ¡Joder, qué ronchón enorme!
Duele mucho, debería ir al médico, pero tanto calor y comida:¡siesta!. Otro día el médico, y ella, deberías no dejarlo como siempre porque es muy grande.
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Viene la noche y regresa Jorge de Galicia con Andreas y a dormir poco después.
Vueltas en la cama dormido y sale el bicho que me picó de la herida del brazo, revolotea junto a la cara de Susana y en cada vuelo, el rostro de ella se parece más al que conocí hace 26 años.
Antes de que ella despierte se hace de día y ¡madre mía, su cuerpo también tiene la misma edad!
¡DIEZ Y NUEVE AÑOS
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Ahora miro el reloj y pienso que si tengo más bichos en el brazo, que sí, porque lo noto, puedo hacerme millonario y pagar a la Caja de ahorros ladrona lo que se debe y un montón de pensamientos atropellan mi cerebro y cerebelo y me voy a decirlo a la Universidad de Medicina
y cuando bajo al coche, veo el arcón y el agujero y me dice una voz:
¡Nadie te hará caso!
Y una polla, seas quien seas el que me habla. Iré a la tele y ya verás.
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Lo que ocurrirá como no lo sé no lo puedo contar.

LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.