sábado, 26 de junio de 2010

ARCONIANOS SIETE. Para Luis, un tipo cojonudo.

Nuestro viaje careció de interés. El desembarco sí fue especial, pues no estábamos solos.
Nos esperaban y sus flechas y lanzas primero y su formación en falange después, nos hizo ver su profundo miedo hacia nosotros. No huimos ni les hicimos frente, simplemente, no dejamos que ningún proyectil nos alcanzara.
Cuando comenzaron a andar y el polvo de la tierra y sus pies retumbaban contra el suelo, para intentar que el pavor nos llegara, solo les miramos a los ojos para que ellos no tuvieran ese miedo que querían hacernos creer que no tenían.
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No se rompió ninguna lanza ni se llegó al contacto físico, solo esperamos.
Fue nuestra primera victoria, lejos de las conquistas del pasado, allá en nuestra Tierra.
Y digo bien; VICTORIA, pues entonamos una canción y "eso" que nos temía y por ello atacaba, se unió a esa canción dando palmas y gritando. Algunos, expulsando el terror de sus cuerpos que tuvieron al vernos, otros simple y llanamente porque eran felices al saber que no tenían que morir por atacarnos.
Fue entonces cuando ellos, al desearnos, el problema se hizo inmenso y fue entonces cuando tuvimos que partir y olvidar que nosotros a su vez, habíamos deseado amarlos.
Solo por eso, sí, fue una victoria que ocurrió aquí hace muchos siglos.
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Al subir mi hijo Juanto por aquel agujero, eso fue lo que nos contó y estaban aquí todos sus amigos y los amigos de Jorge, mi otro hijo, así como todos los de mi mujer y sus parientes más cercanos y todos los que conocemos.
PERO QUÉ MÁS, quisimos saber y él, Juanto, nos dijo:
Creo que es suficiente, eso me han dicho.
Y a todos los que estaban les ofrecimos cervezas y cantamos y se tocó música, como jamás creo que se haya oído.
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¿HA DE BAJAR OTRO?

3 comentarios:

! EMBRUJO ! dijo...

ea atoritoooooooo que va por tu amigo que esta entraita me ha gustao como siempre que escribes algo menos el anterior menos mal que no te molestas por ser sincera ya vi que alguien dijo po yo lo he leio hasta la ultima letra.. yo tambien pero me indigna lo que sea maltrato a una mujer hicistes muuuuu bien en no leerle eso a tu mujer te habria puesto verdeeeeeee y parecerias ahora un duende besitosssssssssss que se te hecha de menos ehhhhh

la MaLquEridA dijo...

Buen relato, me imaginé la conquista española.



Saludos.

HATOROS dijo...

MARAVILLOSA EMBRUJO GRACIAS Y A TI TAMBIÉN MALQUERIDA Y BESOSABARAZAOS

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LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.