Chaparro y fuerte como un toro, hizo pinitos en el boxeo. Le
partieron la cara y lo dejó porque tenía cejas de cristal. Luego trabajó de
peón de albañil y por las noches, se saco el bachillerato. De ahí, a construir y, como no tenía amigos en ningún
ayuntamiento, se dio el batacazo. A su
mujer le tocó una gran cantidad en la lotería, lo cobró, y como tenían
separación de bienes, se fueron de este país, antes de que los bancos pudieran
llevarle a la cárcel, aunque sí le quitaron la empresa y las casas a su nombre.
Basilio, machote, pon otros dos tercios, dice su sobrino,
Toni; y me sigue contando que cuando mi tía Hortensia murió en Filipinas, y…
no, Paco, la enterró allí. Mientras la estaba enterrando, conoció a una
chavalita, casi una niña de la que se enamoró, y lo bueno, es que ella, se
enamoró de él, pagó un dinero a los padres de la muchacha, se casaron, y se
vinieron a Málaga. Boreal, así se llama la que ahora es su mujer, compró un
hostal por seiscientos mil euros, para hacerte un futuro, pues yo me iré antes,
le dijo mi tío, y allí siguen.
Eso se llama suerte ¿no Toni?
Pues no, porque se va morir de cáncer y como solo me tiene a
mí de familia, voy a acercarme a Málaga a ver si palma, Boreal se encapricha de
mí por la cosa de la tristeza, y me cae algo de pasta. ¿Te vienes?
Hombre tendría que avisar a la parienta.
Entonces no te vienes. Venga un abrazo, cacho cabrón.
LA PIEDRA
Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua.
La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije.
Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí.
La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa.
Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra.
En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes.
Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados.
Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó.
Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio.
Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.
3 comentarios:
Boreal va a alucinar.
Y TARDE, PORQUE ES MUCHO BICHO Y ALGO CABRÓN. ABARAZOS TORO
Es una oportunidad de tener dinero sin trabajar. Buena idea.
Beso
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