sábado, 12 de septiembre de 2015

D. ANTONIO SALUD.



Chaparro y fuerte como un toro, hizo pinitos en el boxeo. Le partieron la cara y lo dejó porque tenía cejas de cristal. Luego trabajó de peón de albañil y por las noches, se saco el bachillerato. De ahí,  a construir y, como no tenía amigos en ningún ayuntamiento, se dio el batacazo.  A su mujer le tocó una gran cantidad en la lotería, lo cobró, y como tenían separación de bienes, se fueron de este país, antes de que los bancos pudieran llevarle a la cárcel, aunque sí le quitaron la empresa y las casas a su nombre.
Basilio, machote, pon otros dos tercios, dice su sobrino, Toni; y me sigue contando que cuando mi tía Hortensia murió en Filipinas, y… no, Paco, la enterró allí. Mientras la estaba enterrando, conoció a una chavalita, casi una niña de la que se enamoró, y lo bueno, es que ella, se enamoró de él, pagó un dinero a los padres de la muchacha, se casaron, y se vinieron a Málaga. Boreal, así se llama la que ahora es su mujer, compró un hostal por seiscientos mil euros, para hacerte un futuro, pues yo me iré antes, le dijo mi tío, y allí siguen.
Eso se llama suerte ¿no Toni?
Pues no, porque se va morir de cáncer y como solo me tiene a mí de familia, voy a acercarme a Málaga a ver si palma, Boreal se encapricha de mí por la cosa de la tristeza, y me cae algo de pasta. ¿Te vienes?
Hombre tendría que avisar a la parienta.
Entonces no te vienes. Venga un abrazo, cacho cabrón.

3 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Boreal va a alucinar.

HATOROS dijo...

Y TARDE, PORQUE ES MUCHO BICHO Y ALGO CABRÓN. ABARAZOS TORO

la MaLquEridA dijo...

Es una oportunidad de tener dinero sin trabajar. Buena idea.

Beso

Publicar un comentario

LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.