miércoles, 7 de septiembre de 2011

ESPERANDO UN MILAGRO.

Antes de escribir, se lía un cigarrillo, se pone el último culito de whisky de la botella en un vaso con mucho hielo para verlo lleno y se da cuenta de que no puede.
No puede, porque para que continúe pagando el recibo de la luz o el agua o el IBI, tendrá que aparecerse la virgen. Y eso solo de la casa en que habita con su mujer, la cual le dio sus dos hijos ya mayores.
No se olvida del seguro ni del mantenimiento de un coche que no puede vender, porque esta cargado de multas y el impuesto de circulación, no lo paga. Los ladrones del ayuntamiento, no le pueden robar, porque no tiene cuenta bancaria. Bueno sí, una compartida con su mujer, pero en la que no figura su nombre.
A su mujer le dio una empresa con la que construyó cinco pisos en un pueblo cerca de Madrid. Al principio, la vendedora, que vivía en ese pueblo, le dijo que estaban todos vendidos. Una quimera. Solo se han vendidos dos, uno de ellos a la vendedora.
La caja de ahorros acecha y cobra un potosí. Del dinero que le dieron en esa caja para terminar la construcción, le quedan unos cuantos miles de euros. Digamos como mucho ¿dos años?
Intenta encontrar trabajo, pero a un tío de su edad, no se lo dan y si lo hacen, el gobierno le robará una parte, como hacen siempre.
Su hijo mayor trabajaba en casa, como teleoperador de una empresa que acaba de quebrar y, su jefe al que conoce, le debe una indemnización que no cree que le pague. El otro hijo, el pequeño, no tiene trabajo, aunque toca de puta madre la batería en dos grupos.
Su mujer trabaja cuidando a su madre, a su padre y de cocinera a su vez para su hermano, que vive en casa de sus padres y que también limpia. Le dan un dinero lamentablemente escaso entre el padre, ese hermano y otro. Su hermana se murió alcohólica.
Termina de escribir esto de un tirón, deja el boli sobre el cuaderno abierto, da una calada al cigarrillo y bebe. Para de escribir.
No quiere recordar el pasado tan lejano, tan humillante con sus propios hermanos a causa de la herencia. Que les den por culo, ya son nada.
Él no piensa en sí mismo, piensa en su mujer y en sus hijos y cuando piensa en él, cree que podría huir y estar solo, más que nada para no molestar, cuando lleguen tiempos peores, escribe, mientras lo piensa. Pero se da cuenta de que necesita un bidé, porque después de cagar,tiene que limpiarse el culo con agua y una esponja a causa de una fístula mal curada.
Se ríe recordando que cuando fue al médico para quitarle el setón, aún colgante, y cerrarle el agujerito por donde se sale siempre un poquito de caca, le dijeron que había muerto. Antes de llegar a esas manos casi salvadoras, le atendieron tres médicos más, con tres operaciones cada uno.
No cierra el cuaderno una vez escrito y leído esto, se lía otro cigarrillo, va a la cocina a por una botella de vino, se bebe la mitad de un trago largo, largo y tiene una idea. Le pedirá a su mujer que en el agujerito, le ponga unas gotitas de ese pegamento milagroso... pero que no llegue al ano.
Cuando imagina a su mujer así, abriéndole el culo, sonríe, mientras sigue esperando el milagro y pasa la vida.

2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

Difícil vida y sin embargo hay aún un poco de humor para seguir malviviendo a ver si ahora si el milagro llega.


Saludos.

HATOROS dijo...

ES PEOR DAR VUELTAS A LA MIERDA PORQUE HUELE MÁS LA MALQUERIDA AMIGA. BESOSABARAZAOS HAY QUE SER HUMORISTICO

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LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.