lunes, 12 de septiembre de 2011

DE REPENTE.

Supe que no volvería tener 20 años, la mejor edad del mundo, aunque hay y hombres y mujeres, más, que te dicen que ahora es, a los 50, la mejor edad de mi vida.
¡Qué gilipollez! ¡A los 50!
Y los ves en las revistas o en la tele y cuando los miras, sus caras de hace seis meses han cambiado, y sus cuerpos aparentan más juventud.
De repente supe que me gustaría volver a los 20 años, pero sabiendo; que es un decir, sabiendo, que no es la palabra, sino habiendo vivido lo que he vivido a mi edad. Todas esas triquiñuelas, donde casi nadie, te la puede meter hasta las trancas, pero con 20 años. ¡Joder, joder!.
La hostia puta, puedes estar toda la noche follando y bebiendo, como sabes ahora, y, no pasa nada. Y transcurre un día y sigues teniendo 20 años. Un tío sano, guapete, que viaja, conoce mujeres que le follan y le pagan sus 20 años teniendo ellas 50. Y las de 15 en adelante, como dice la canción que tiene mi amor.
Y verte así, guapo, fuerte, con dinero y sino hay, no tengo problema, voy a buscarlo a cualquier buen hotel. A que me paguen mis servicios, como digo de 20 años, esas, que dicen estar en la mejor edad de su vida.
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De repente dejo de escribir porque mi imaginación va más deprisa que mi boli. Miro al frente y miro a mi hijo, el de 20 años y a sus amigos y...
Vale, ellos tiene casa que les damos y comida y cama para dormir y algunos caprichos y...
Yo, de esos, con 20 años; 25, no, porque es un cuarto de siglo y ya vas viendo que...
Vale, 20 y sabiendo lo que sé ahora con 53 o 54...
Total quedaban 11 días para terminar el año, de repente...

2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

De repente te das cuenta un buen día que esa edad pasó y te arrepientes de no haber hecho lo que quieres ahora pero ya no hay marcha atrás.


Saludos.

HATOROS dijo...

JUSTO LA MALQUERIDA DISTE EN EL CLAVO ABARAZOS AMIGA

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LA PIEDRA

Cuando llegué a casa de Alberto, me dijo que le acompañara, porque la vecina palmó y, tenía que ver si se había cerrado el gas y el agua. La casa olía a soledad, a rancio de persona mayor, y en la silla donde se sentaba, a muerto, pues en esa, la encontró la muerte. Alberto me dijo que estaba sola, nadie de familia, pues igual que tú, dije, que aunque tengas a tu hija, te amenazó con irse si no le dabas dinero, y por eso la mandaste a tomar por culo. Mira si quieres algo, porque el nuevo dueño vendrá y tirará todo, pintará la casa, pondrá muebles nuevos y la alquilará. Alberto abrió los cajones y miramos en ellos. Voy a llevarme esta caja con estos libros, las imágenes de las vírgenes y la piedra, le dije. Pues invítate a una caña, añadí, porque estoy tieso; eso está hecho, dijo Alberto, y le lié un cigarrillo para él y otro para mí. La piedra la puse encima de la valla del jardín y me olvidé de ella; las vírgenes por toda la casa. Fue al hacer el huerto, cuando volví a ver la piedra, por un lado cuarzo rojo, por el otro, pegado a él, una especie de grabado en piedra, parecido a celdillas. Me fumé un canuto y con los humos, descubrí de donde salía la piedra. En el monasterio de Fuentes, abandonado tiempos ha, pegado a la pared más alta del Pirineo aragonés, habitaban cinco monjes. Ahora eremitas, que, cortándose las lenguas para jamás volver a hablar, llegaron allá para expiar sus culpas, penas dolorosas por matar al pueblo de Ics, ordenado por sus superiores. Dedicaban sus vidas a orar, cultivaban la tierra cercana al río Escrito, y aliviaban las penas de los aldeanos, que llegaban en ocasiones, para que salvaran la vida de algún niño, presa de fuertes fiebres, atender algún brazo o pierna rotos, y en general atender a los necesitados. Nadie sabía sus nombres, y poco a poco se fue creando una aldea junto al monasterio. Cosa que se supo de inmediato en el castillo del marqués, pues dejaba de ingresar sus diezmos, y sus campos dejaron de ararse. Así que envió a sus treinta mejores hombres, para traer a todos los que allí vivían. Los que no quieran venir les arrancáis las orejas, ordenó. Poco antes de que llegaran, los aldeanos lo supieron y les dijeron a los monjes: como siempre, el poder debe mandar y el pobre obedecer, y si no tienes na, buena sea la muerte. Se reunieron los cien aldeanos dentro del monasterio y con la ayuda de los monjes…Sobre los arboles unas redes, sobre la senda, unas fosas. Los guerreros del marqués, confiaban en que sería sencillo, más cayeron en las trampas y despojados de sus armas y caballos, los encadenaron en el monasterio. Lo que ocurrió después ya se sabe, el marqués llamó al duque, coleguilla de pernadas, y juntando un ejército, arrasaron el monasterio, y tras enormes pérdidas de hombres, mataron a los monjes, les cortaron las orejas a los hombres, y a las mujeres las violaron y, una de ellas, presa de dolor, arrancó la piedra que aquí veis, y de padres a hijos, llegó a las manos de la vecina, que murió junto a la casa de Alberto y, la piedra, no tiene poderes, ni falta que hace, porque es bonita y me gusta mirarla. Y como todo, fin.